Una noche en "El Chalán"

El Chalán ya tiene 32 años en Piura, pero yo nomás tengo unos meses acá. Trabajo los sábados y domingos de noche hasta las once y, claro pues, cansa estar parado tantas horas. Mis compañeros por lo menos se mueven por las mesas, las congeladoras, vestidos como chalancitos, con polo blanco y pañuelitos rojos en el cuello, y en la cintura, para que no se les caiga el pantalón. Pero yo, con mi uniforme marrón nomás, no me muevo de la puerta ni para ir al baño.



Mayormente viene la alta sociedad acá, es que los precios son altos. Como esas señoras con dos niñas que están comiendo helados en barquimiel. Pobre la mamá que tiene que darle en la boca a una para que no bote y ver a la otra, bien malcriada, mira como se tira encima de la mesa. No, yo no tengo hijos todavía. De hecho que quiero tener. Dos parejitas, si se puede, ¿no? Sí, tengo mi enamorada, ya medio año con ella, pero, no, todavía no le he dicho nada.

Mira ese tío cincuentón de polo verde a rayas. Debe ser bien trabajador el señor. Está con un plano que con las justas entra en la mesa. Que tenga cuidado con su maletincito que lo ha dejado en la silla, están robando bastante. Yo no lo voy a estar mirando a cada rato tampoco. Ni termina su milkshake de fresa ni su torta de chocolate. Parece que está preocupado, mira como se agarra la cabeza y se pone los lentes. Ya por la edad seguro, no ve bien.

Sí, a veces camino un rato, salgo a mirar la plaza de armas. Si no que el local siempre para lleno, es que acá sirven de todo, pues, helados, cremoladas, sanguches, chifles, algarrobina, y atienden todo el día. Chambean bien, por eso tienen cuatro locales en Piura y dos puntos de cremoladas, uno por la privada y otro por una ferretería grande, Maestro parece que se llama, que está camino a la Vallejo. También hay un local en Sullana. Pero El Chalán se conoce en todo el Perú. Las cremoladas acá son buenazas, por el sabor a fruta. Sí, son más naturales que en otro sitio. Y el trato acá es chévere, muy amable, para qué.

Mira esa flaca que está sola. Bien blanca, ¿no?,  ya muy pálida está. ¿Qué tendrá que no se ha peinado ni se ha maquillado? Y como come con la cabeza agachada su gaseosa y su helado. Estará triste. Pobrecita como se queda mirando a las niñitas malcriadas del costado, felizmente ya se van.

Siempre vienen familias como la que acaba de llegar, o más grandes, porque ahorita están los papás y la hija nomás.  Están con una bolsa grande de Saga, ¿qué habrán comprado? Vienen a celebrar seguro, pero ojalá tengan cuidado cuando salgan. Yo los miro acá adentro nomás. Parece bien educada la niña, ha traído un libro para leer con su papá. Ahí les traen sus juguitos. Los jugos son riquísimos acá, hacen surtidos de varias frutas, de manzana, naranja también, jugos especiales.




También vienen chicas solas, como esas tres que se están riendo por allá. Seguro ni acaban el colegio y cómo se exponen con esos bolsitos que cargan al costado. Cualquiera se los jala. Yo de acá las observo, ¿pero afuera?  Las tres han pedido creo que el mismo barquimiel. Eso es lo que la gente más pide. También piden sanguches mixtos, para tomar lonche, para desayunar.

Ahí sale una pareja de gringos. Qué dirán, ni los entiendo. Ojalá tengan cuidado en la calle. Siempre los turistas se quedan en la puerta. ¡Que entren nomás!, eso les falta a los mozos, invitarlos a entrar, dar una buena imagen de su ciudad. A veces, yo soy el que tiene que enseñarles la carta. ¿Por qué no se sentarán? Para eso hay mesas. No serán muy grandes, pero se pueden acomodar, ¿no? Si no que me digan para juntar unas.

Han puesto música instrumental, pero con las justas se escucha, mucha bulla hace la gente. Si por mí fuera, pondría una salsa, más alegre pues, pero bueno... Estoy contento acá, sí, los locales son bonitos, para qué. Tienen sus sillitas de mimbre, sus mesas redondas y mayólica en el piso para que puedan limpiar, porque a los mozos a cada rato se les cae algo. Hay un montón de cuadros de comida por todas las paredes, para ambientar me imagino. Lo malo es que a mí me dan hambre.





Por Pierina Pighi

2 comentarios:

julio Vásquez dijo...

Este texto me hace reflexionar sobre los detalles y las cosas que pasan en un lugar tan tradicional como es EL Chalan, y lo poco que sabemos de los lugares que nos rodean

Maricarmen Ortega dijo...

El Chalàn es uno de los lugares tìpicos de nuestra ciudad. en este texto puedo imaginarme un dìa normal en esta conocida heladeria, en donde sea la hora que sea hay gente, y en las 4 sucursales.
Desde el punto de vista de el guardìan o portero, la autora narra un momento en esta heladerìa. ¿Bien!

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