Notas finales de Blog

Bien chicos, ya tengo sus notas finales. A continuación les explico cómo las he sacado:

La nota grupal se ha calculado de la siguiente manera:
Hasta 10 puntos por ganar o perder las competencias en cada entrega con los otros grupos (2 puntos por ganar y 1 por perder). Vean el cuadro para que sepan cómo quedaron sus grupos:



Hasta 10 puntos por los post de cada grupo en el blog. Originalmente iba a ser 1 punto por cada entrada, y se descontaría lo mismo si en alguna entrega no se seleccionaba ningún texto del grupo. Sólo he sumado 2 puntos por cada post.
Por este cambio en las reglas, varios grupos volaron y tienen 20. La mínima nota grupal es 13. Pero recuerden que estas son mis notas. La profesora tiene que aprobarlas.

La nota individual está dividida de la siguiente manera:
10 puntos equivalen a la suma de las notas de las entregas + las notas de los trabajos extra / 6
10 puntos de participación en clase (que fue casi nula), comentarios en el blog, asistencia y actitud. Sí, actitud. Hubo editores que no funcionaron, gente que hablaba demasiado en clase, que no envió sus trabajos corregidos para el blog, etc.
De acuerdo a mis notas, la máxima calificación individual es 19. También hay un 18 y cinco 17. Felicitaciones a ellos. Sólo hay cuatro desaprobados.


Quiero felicitar especialmente a las chicas del grupo 6 y del grupo 7 (sí, son todas chicas), que fueron el grupo más parejo durante el ciclo, y las que más se pasaron de nota (12 ptos.) respectivamente.

Les recuerdo que estas notas que les he adelantado aun no fueron confirmadas por la profesora Mauricio. Las únicas notas que valen son las que aparecerán en SIGA.

Gracias a todos por permitirme enseñarles algo. Ha sido un gusto, y aprendí mucho de ustedes.

Éxito.

Fernando Barranzuela

Sacrificio y sazón

Las  diez mesas que hay en el local  están ubicadas una detrás de la  otra, así como en fila india, en ellas hay un promedio de tres personas por mesa que esperan que salga la primera tanda de cebiche del día.


En la esquina del lugar, en una mesa arrinconada, está sentado un hombre bajo, moreno y de sonrisa bonachona que ve que todo esté en orden, él es el amor y señor  del local, Rafael  Sandoval, dueño de un corazón bueno, emprendedor y muy exigente.


Rafael Sandoval camina balanceándose de un lado para el otro, en su mano derecha lleva una bolsa  plástica  blanca, tan blanca como su vestimenta de ese viernes por la mañana. Sus ropas son impecables y el gorro pequeño que lleva sobre su cabello negro terminan de dibujar a lo lejos su retaca figura.





 Rafael avanza por en medio de la multitud del mercado con tanta familiaridad que parece que se supiera los caminos de memoria, y es que desde que tenía uso de razón  se pasea en él como en su casa. Rafael, tiene una conexión añeja con el mercado, ya que desde niño creció junto a él en el negocio de sus padres, y ahora lo sigue haciendo desde el suyo, la cebichería más popular del mercado, Raffo's.


La historia de éxito de  Rafael, Rafo para los amigos, empezó como en marketing, dándose cuenta de una necesidad. Cuando él tenía 21 años.


Corría el año 82 y por decisión propia Rafael dejo su pasión de lado, cambió los libros de administración de empresas por los mandiles, cuchillos y  sartenes. El motivo, el cáncer inicial que  le detectaron a su hermano. Rafael veía que la economía familiar no se estiraba para cubrir los gastos de los tratamientos y transformó en práctica lo que le enseñaron en las aulas de la Universidad Nacional, convertir un arte en empresa.


La madre de Rafael que había quedado viuda ese mismo año encaminó el arte de la cocina en las manos de Rafo . Ella, una cocinera reconocida en Chiclayo,  ayudó a su hijo en hacer crecer la cebichería, que en un principio sólo ofrecía platos fríos como la papa rellena y  la causa   . Desde 1994 abrió oficialmente Raffo's.


Frente a los pescados, mariscos y limones, los trabajadores de Rafael confiesan que su jefe no ha cambiado mucho, sigue siendo el tipo bonachón que tiene una mirada de fiera cuando no llegan a los estándares que Sandoval quiere. Agregan además que Rafo es muy exigente con la limpieza y la atención al cliente.


La popularidad de la buena sazón de Rafael ha llegado a niveles insospechados, tanto así que el programa “Veinte Lucas”, que conduce el periodista Mauricio Fernandini llegó  a entrevistarlo y conocer el secreto de su sazón.


Por Alicia Urbina

"Nunca pertendí hacer carrera política"

No estaba en mis planes ni he sido preparada para esto. Sin embargo he superado muchos problemas y sigo aquí. Él -Dios- así lo ha querido y me ha puesto todo en el camino”. Mónica Zapata Vignolo, sin imaginarlo, ya lleva más de un año siendo alcaldesa. La primera alcaldesa de Piura. ¿Cómo sucedió? Fue invitada como regidora por el líder del Movimiento Vecinal, José Aguilar, y tras su muerte, en setiembre del 2008 asumió oficialmente su cargo.
Y desde entonces ¿Qué ha logrado principalmente?





-          “Somos la primera municipalidad del Perú que cuenta con una trinchera y, por primera vez, uno de nuestros proyectos será evaluado por el Banco Mundial”.


13 de Noviembre del 2009 por la mañana: dijo que atendería a unos señores y de inmediato estaría a mi disposición. A los veinte minutos, su secretaria me dijo que pasara y en segundos estuve en su oficina. Ella, sentada en el sillón municipal, me sonrió y me invitó a sentar.


-          “Una vez que uno entra a la municipalidad es necesario dejar la camiseta política y ponerse la del vecino y la del desarrollo de la ciudad”.


La alcaldesa de Piura no tiene filiación política. Según dice, está única y exclusivamente al lado de los vecinos. Esto porque “en la actualidad hay un poco de egoísmo partidario”. Algunos políticos la critican y muchos militantes de su agrupación no la quieren, “Porque yo fui una invitada y sienten que tuve la suerte de llegar adonde muchos de ellos debieron llegar…  Pero es algo ajeno a mí”.

Hace casi catorce meses la vida de Mónica Zapata dio un giro que ella nunca imaginó. De cuidar su hogar -a su esposo y a sus cuatro hijos- pasó a gobernar una empresa mucho más grande: no a cualquier localidad sino, tal como la considera, a una “superprovincia”.





-          “Enfrenté un ambiente muy difícil. Pero me dije a mi misma: es hora de crecer”.


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Mónica Zapata Vignolo trabajó desde los 17 años en la empresa de su familia hasta que nació su primera hija, desde este momento fue “mamá de casa”. Asumió la alcaldía cuando su hija menor tenía 11 años, “mis tres primeros hijos ya estaban mayorcitos, ¡Gracias a Dios!”.  Asumir este cargo, la alejó de su hogar: hoy sale en la mañana y llega en la noche.


Tiene un esposo que “siempre ha sido El esposo, El papá”, con quien ya lleva veintiocho años de casada, y cuatro hijos que “los ha preparado para toda la vida”, “no soy mamá gallina, los he criado independientes y autosuficientes”. Mónica, de ser la esposa, su esposo ha pasado a ser el esposo de la alcaldesa, “el “primer damo” de Piura”.

Aunque los días de semana se han visto afectados por el cargo que hoy Mónica Zapata ocupa, los sábados y domingos se desconecta de todo y es tiempo dedicado a su familia. ¡Ah!, se da tiempo también para ir a misa y “dar gracias a Dios por cada día”.  

Si le dieran a escoger en estar con su familia, como antes, o estar acá, en el sillón municipal ¿Qué eligiría?


-          “Bueno, yo me quedaría con los vecinos. Porque mis hijos y mi esposo también son vecinos y a ellos también les voy a solucionar sus problemas”.


Conversación con la alcaldesa de Piura







Por Priscila Guerra

Vida de acróbata

Walter Pinday, no llega ni al metro sesenta, pero afirma que ser chiquito le da estabilidad y control sobre su cuerpo. No alcanza a llenar su uniforme de profesor, sin embargo, su aspecto debilucho no hace más que disimular su agilidad olímpica y su resistencia, demostrada una y otra vez en las anillas cuando imitaba la postura de la cruda Crucifixión. En la gimnasia, cuando se tienen la fuerza y la velocidad que hacen a un deportista bueno en todo, la talla es lo de menos.

A los 12 años le rogaban para competir en fútbol, atletismo o natación, pero en los arenales de Paita, junto a sus amigos, Walter había descubierto que las acrobacias en el aire eran lo suyo. César Vega se interesó en ellos y en 1988 fundó la primera liga de gimnasia de Paita, que ese año fue la primera campeona nacional de clubes.




El salto a la selección de Perú lo dio apenas terminado el colegio, cuando Geiner Gutiérrez, entrenador del equipo nacional y entrenado en Rusia, lo mandó a Lima. Después de siete meses de dormir en las colchonetas de la Videna y de entrenar hasta la madrugada, conquistó al conjunto blanquirrojo.

Luego, la presión mediática obligó a la Federación de Gimnasia a alimentarlo y darle un lugar no solo para pernoctar, sino para vivir. Además, sus entrenamientos, más duros que examen de admisión de universidad nacional, le valieron el ingreso directo a Educación Física en la Federico Villarreal.

Fue campeón nacional de gimnasia cuatro veces, de 1992 a 1995, en Cuzco, Iquitos, Lima y Trujillo. En los Juegos Bolivarianos de Santa Cruz, Bolivia, en 1994, Perú obtuvo la medalla de oro y en los Sudamericanos de Paraguay y Colombia, la presea de bronce.

Después de tantas volteretas para ser el mejor, aterrizó de vacaciones en Paita. Pero después de otras, más despreocupadas, tuvo que quedarse ahí. Había embarazado a una chica, por lo que comenzó a trabajar como instructor de los oficiales de la Marina. Uno de ellos era el papá de Claudio Pizarro, que en esa época ya hacía goles espectaculares.




También fue entrenador en el colegio Santa Clara de Paita y con sus alumnos fundó el Club de Gimnasia Nadia Komanechi. El equipo hizo honor a su nombre en los festivales del colegio Santa Ana, entonces, la directora celebró un contrato decisivo: el 2001 Walter se convirtió en la nueva cabeza de su respetado gimnasio.

Ese año la convocatoria del festival tuvo alcance nacional. El 2009 traspasó nuestras fronteras, pero la amenaza de la gripe porcina frustró la participación de México, Ecuador y Colombia. Mientras espera las competencias del próximo año, Walter sueña con hacerlas cada vez más intensas, más reñidas y de más nivel.


Por Pierina Pighi

Rompiendo las olas

Pedro Zavala Ye-Sang, campeón regional de surf en la categoría sub 20, parece no temerle a nada. Cuando sus padres le dijeron que no al surf, él se las ingenió para que fuera un sí. Al terminar el colegio, se decidió por una carrera que lo apasionaba desde pequeño, y nada fácil para alguien con muy poco tiempo libre: Derecho. Ya en la universidad, también se matriculó en la especialidad de Historia. Y lejos de dormirse en sus laureles de deportista promesa, Pedro colabora con la ONG Waves para promover el deporte en los barrios más necesitados de Talara. Su vida ha sido una serie de retos personales constantes. Pero hay un miedo que aún no logra superar: Pedro le tiene miedo al mar.

No siempre fue así. Hasta los 16 años fue amante acérrimo de las olas que le regalaba el mar al frente de su casa en Negritos. Para ese entonces ya le había anunciado su gran pasión a sus padres y había recibido la respuesta que siempre temió recibir: no. Se había rebelado y ya se había comprado su primera tabla de surf. Hasta ese funesto día de abril, Pedro sólo pensaba en una cosa: surcar esa inmensa ola de dos metros que estaba a punto de estrellarse contra el mar de Cabo Blanco. Ese pensamiento sería también el primero que lo acompañaría al despertar en la clínica cinco horas después.
A punto de cumplir el quinto aniversario de su accidente, Pedro entrena para competir en el Mundial de Tabla de Cabo Blanco, que se realizará 15 de enero del próximo año. Cuando se le pregunta por el suceso que lo mantuvo alejado del mar por tres años, Pedro sonríe y dice “todavía siento que no lo he superado. Es una de esas cosas que siempre te acompañan, pero no hay forma, la adrenalina y la pasión son lo que me mueven”.





Y la persistencia. El año pasado a instancias de unos amigos, volvió a las competencias. Pese al miedo inicial, Pedro logró el mayor puntaje y ganó el campeonato. Luego de tres años de luchar contra su miedo, se encontró nuevamente luchando contra las olas. Cómo habrá sido de feroz la batalla, que apenas Pedro salió del mar, decidió que nunca más se alejaría de él. Este año ha logrado ser campeón regional sub 20 y la famosa marca de ropa Rip Curl lo ha fichado como su patrocinado.
“Siento que si me pasó lo que me pasó, fue una cuestión de suerte. Ahora me siento más preparado que antes e incluso puedo afirmar que es ese accidente lo que me ha llevado adónde estoy actualmente”.
Pedro mira hacia el mar y parece no temerle a nada. Su mayor miedo es también su mayor revancha.


Por Fiorella Ferrari

Una esquina tradicional

Es de noche. En una esquina del centro de la ciudad, exactamente en la intersección entre las avenidas La libertad y Moquegua, una fila de catorce personas detrás de un carrito anaranjado llama la atención.
-  “Una porción de picarones, por favor”, es el clamor de toda esa gente.
Doña “Chona” Flores se apresura en freír la masa mientras Marcela, su sobrina, calma los ánimos de sus comensales
- “Ahorita sale su porción, en un ratito no más”, dice con su voz chillona, de tono muy agudo, la que ocasiona que los tímpanos de los allí presentes se estremezcan.
En esa esquina, “su esquina”, desde hace treinta y cinco años, Doña Chona se dedica a preparar y vender este típico dulce peruano, que llegó al país en la época virreinal y  está hecho a base de harina, camote, zapallo, levadura, anís y huevo.
La gente sigue llegando, especialmente las personas que salen de misa de una iglesia cercana.
Ni bien los picarones se fríen, Marcela los acomoda, de cuatro en cuatro, en platos descartables, rocía sobre ellos un chorrito de miel de chancaca y los entrega a la primera mano que encuentre en la fila.
- “Son tres soles, joven”, le dice a un muchacho que se ha llevado dos porciones.
A muy pocos metros de su carrito está la competencia, pero sólo de título. Pues, mientras ella se apresura en atender a la fila de clientes que tiene por delante; en el otro “carrito picaronero”, como lo llamó un niño en ese momento, no había ni un alma.
Es curioso, venden lo mismo, al mismo precio, e incluso su competencia sirve un picarón más en la porción, pero los picarones de Doña Chona arrasan por completo. No importa si se tiene que hacer cola y demorarse muchos minutos más de lo previsto. El objetivo es conseguir una porción de picarones allí mismo. ¿La razón?, O mejor dicho ¿Las razones? Son varias: tradición, seguridad y sabor.
- “Hace veinticinco años que compro aquí, es una tradición. Venía cuando estaba embarazada y ahora ya soy abuela”, comenta Gloria mientras espera en la cola.
- “Sí, la gente ya se acostumbró a venir acá. Yo he probado los picarones de la competencia, y los de doña “Chona” son más ricos”, añade su amiga.
El tiempo pasa, la fila disminuye, la masa se acaba. En sólo dos horas Marcela y doña “Chona” vendieron 200 porciones de picarones. El ajetreo de la venta terminó por hoy.
Guardan sus cosas y se alistan para partir. Por fin llega un cliente donde su competidora. Al poco rato, unos ladrones roban un auto que estaba estacionado cerca. Doña “Chona” y Marcela “no vieron nada” y ya están en camino hacia su casa.

Por Sandra Reyes

De vigilante a cocinero

Era  1970 y un niño inquieto  corría detrás de un grupo  de cabras. Con un par de ojotas gastadas, una camiseta rasgada y las mejillas tostadas por el intenso calor de Salitral, Manuelito  jugaba con una llanta de caucho mientras perseguía a “meche”, su cabra preferida.
Manuel Alfredo Jiménez Rivas, tiene cuarenta y cinco años. A los seis años, cuando subía los cerros y perseguía cabras, no imaginaba que casi cuarenta años después tendría ocho hijos, un negocio propio y mucho menos imaginó cambiar su querida llanta de caucho por los cuchillos, y las ollas.
Cuando era joven y todavía vivía entre ganado y cultivo, Manuel soñaba con ser maestro; con una mano movía la hamaca donde dormitaba su hermano menor y con la otra sostenía su mentón y se imaginaba enseñando en  una escuela de la ciudad.
Su sueño de ser maestro parecía difuminarse en el aire poco a poco. No había dinero y además tenía seis hermanos menores que atender. A su madre  la edad ya le estaba cobrando, su padre había fallecido y él, siendo el segundo de ocho hermanos, debía asumir una responsabilidad que, a los dieciocho años, nadie se imagina.
Manuel no pudo estudiar para ser maestro, a cambio de eso pasó un año en el servicio militar, cambió su gusto por las aulas  a los cuarteles, los ejercicios y los baños a las  cinco de la mañana.
Un año después del servicio militar, con un poco más de músculos y con la costumbre de levantarse siempre a las cinco de la mañana, bañarse, hacer ejercicio y tender su cama, Manuel vino a enfrentar la ciudad.
Las amanecidas a las que se acostumbró en el ejército le sirvieron para su primer empleo, vigilante. Trabajaba en un restaurante hasta que un día,  gracias al poco talento de uno de los mozos, pasó de cuidar la entrada del restaurante a vestir pantalón negro, camisa blanca y corbatín. Ahora no era más vigilante, era un mozo.
Parecía que la suerte se sentía atraída por Manuel. Un cocinero no había llegado a trabajar, los clientes no podían esperar, así que Manuel se ofreció a preparar ese bendito plato que, aunque el aun no lo sabía, cambiaria su vida.  A pesar de la mirada incrédula y el: “si lo malogras te voto” que le había dicho su jefe, Manuel pasó el umbral del salón principal a la cocina del restaurante.
La mirada incrédula del dueño cambió a una mirada de asombro. Todavía tenía el sabor de los mariscos en su boca, y Manuel, parado frente a él,  solo esperaba su autorización para servir aquel arroz con mariscos que había preparado. Rico, muy rico. Ya sirvan.
Manuel había dejado su vara de vigilante para usar corbatín negro y atender mesas, ahora dejaba esto para zambullirse en la cocina. Entre papas, pescados, ajíes, cebollas y todo tipo de especias,  Manuel fue aprendiendo el arte de la culinaria.
Ahora parecía que la suerte había encontrado otro galán. Las cosas no iban bien en el restaurante, y Manuel pasó de ser cocinero a ser desempleado.  Su sueldo de último mes de trabajo fue un montón de sillas y mesas. El restaurante estaba tan mal económicamente que, en vez de dinero, repartía su inmobiliaria entre sus ex trabajadores.
Manuel miraba las sillas que había apilado en una esquina de su casa. Su esposa, a quien conoció mientras trabajaba de vigilante,  solo le decía que piense y piense en qué se puede usar esas benditas sillas. Mientras miraba a dos de sus hijas jugar y olía lo que Luisa, su esposa, preparaba, una idea llegó a su mente. Comida. A eso se había  dedicado los últimos años y aunque no se creía  un experto sabía que podía hacerlo, sabía cómo y cuánto era necesario para montar un negocio.
Empezó con un puesto de esteras en la esquina de su casa, sus sillas, una que otra mesa y una sazón sin igual. Ahora parecía que la suerte se volvía a sentir atraída por Manuel.  Las esteras fueron creciendo, Manuel  alquiló un local, tiempo después compró otro mucho más grande, construyó un segundo piso y se mudó con su familia.
Ahora,  lleva ya seis años con su restaurante, vende entre 1000 y 1500 soles un buen día y le puso Holssen por su hijo, su único hijo varón.  Se las ingenia todos los días para calcular lo necesario para el consumo, aun conserva la costumbre de levantarse temprano. Revisa la alacena y se va al mercado.


Para Luisa, su esposa, Manuel es como un niño chiquito. Come bastante, de cada palto que prepara se deja un poco. Atolondrado cuando tiene demasiados pedidos, pero alegre como él solo. Pareciera que ese niño que jugaba con la llanta de caucho y perseguía cabras aun está ahí, solo que ahora juega a dirigir un su propio restaurante.


Por Claudia Ruíz

Al tipo de cambio

Se inicia el día con el dólar a 2.88,  desde hace varias semanas se  ha mantenido estable. Ya van a ser las 9 de la mañana, es casi la  hora de abrir la casa de cambio, todo está  listo para empezar otra jornada de trabajo.  


Juan Carlos lleva 20 años  trabajando  en el negocio del  cambio de dólares, conoce de memoria lo que se hace en un día de trabajo, como todos comenzó como ambulante,  corriendo tras los clientes. Pero después de tanto  trabajo, desde hace dos años abrió su propia agencia de cambio.





Son ya las 9 y los bancos también han abierto sus puertas. En los carteles se colocaron los precios: la compra 2.88 y la venta 2.90. Se sacaron los dólares  y los soles de la caja fuerte, los sellos, los lapiceros, las boletas y el cuaderno, en el que apuntan todos los movimientos de dinero, se  colocaron sobre el mostrador, ahora sí los trabajadores están  listos para la acción.


Los primeros clientes llaman para solicitar  algunas  operaciones: compras, ventas, pagos en el banco, préstamos. Otros clientes prefieren llegar  a la casa de  cambio a hacer sus operaciones personalmente, a  revisar dólar por dólar para supervisar que todo está en orden.


Mientras unos atienden las llamadas, otros atienden los clientes que van llegando, otros  salen  con distintos rumbos, directo  donde  Juan Carlos los mande: al  banco,  a las empresas, a la casa de los clientes. Cada uno tiene la misma misión: satisfacer al cliente. Son necesarias siete personas para hacer que el negocio funcione.


La mañana avanza y los encargos se hacen más difíciles, los clientes piden fuertes cantidades de dinero. Julio, “el chato Guillermo” y “Coco” tienen que correr de cambista en cambista o de casa en casa para conseguir la suma que necesitan para no quedar mal  con el cliente.


Junior, Marco y “Seminario” hacen largas colas en cualquier banco de Piura para hacer los pagos que se les encargue. Tras el mostrador Juan Carlos no se da a basto para atender los clientes mientras sella billete por billete antes de entregarlos y para apuntar este evento en su cuaderno antes que se olvide.


Ya han trabajado toda la mañana, todos están cansados de ir de un lado a otro, es hora de un descanso. A las 2 de la tarde todos se alistan para ir casa a refrescarse y a recuperar fuerzas para volver a la rutina que empieza nuevamente a las 4 de la tarde.

Hoy ha sido un día “movido”, con  muchos encargos que cumplir, no todos pudieron resolverse en la mañana así que quedaron pendientes para la tarde. A las 4 en punto todos están listos para cumplir con las operaciones pendientes, falta solo tres horas para que acabe este día de trabajo, pero si quieren irse a casa contentos saben que aún tienen que esforzarse.


El movimiento de dinero continúa  hasta que los bancos cierren sus puertas. La tarde se pasa rápido pero el trabajo aun no termina, falta lo más difícil, cuadrar la caja, felizmente todo está apuntado en el cuaderno, así ningún detalle se escapará. A veces  el dinero no cuadra, falta  o sobra dinero, así que será necesario tener mucho cuidado.


Son las 7:30  de la noche, por hoy las labores acabaron, después de varios días por fin la caja cuadró correctamente, así que todos podrán ir a descansar tranquilos a casa. Aunque es necesario estar atentos, quizá en los próximos días varíe el tipo de cambio.

Por Karen Gallardo

Voces jóvenes

Ha pasado un mes y dos días desde que la Comisión Revisora del Código Procesal Penal encendió la ira de muchos peruanos. Esta institución aprobó un proyecto de ley que pretende legalizar el aborto. Desde ese día en los medios de comunicación no se deja de hablar del tema, y como en todo algunos están a favor y otros en contra. ¿Acaso un pueblo tan religioso como el peruano le daría la legitimidad necesaria a tan controversial ley?

El sol piurano se niega a irse, también quiere participar en la caminata Pro-Vida que recorrerá las principales avenidas de la cuidad. Son las seis y media de la tarde, y en el punto de encuentro, la plazuela Merino, varios jóvenes vestidos con polos blancos se reúnen para comenzar la caminata. Casi todos son chicos de la UDEP que sienten que son los voceros de aquellos que aún no pueden hablar ni defenderse. ¡No al aborto. Sí a la vida! Vitorean sin cesar.





María Paz Bullard, alumna del segundo ciclo de la Facultad de Historia y Gestión Cultural, toma el altavoz y se pone frente a todos. Mirándolos a los ojos empieza a leer un pequeño folleto titulado: “EL dolor del no nacido”.  Ella lee y sigue leyendo mientras que todos se organizan para comenzar con el recorrido. Atrás unas niñas reparten carteles escritos con plumones de colores que dicen “Dile SÍ a la vida”.

Con velas en mano la multitud de jóvenes de camiseta blanca avanzan por toda la avenida Sánchez Cerro. Adelante una camioneta roja lleva dos parlantes por los que se escucha la canción de Diego Torres: Color Esperanza. Ahora todos mueven los brazos en el aire de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Pero María Paz sigue gritando por el altavoz: El aborto es un asesinato.

Después de haber caminado por varias cuadras de la avenida Loreto ya se encuentran en la avenida Grau.





La gente los mira escépticos. Pero María Paz no se deja intimidar e invita a los mirones a unirse a la marcha. Se acerca a varios, a señoras que miran desde las veredas, a jóvenes sentados en las bancas. Pero pocos se unen. La mayoría la queda mirando, y por más que ella los toma del brazo no se atreven a bajar para acompañarla a defender los derechos de aquellos aún no nacen. “Esas criaturas no saben de leyes”, dice una señora a través de los parlantes.

Después de dos horas y media, y a punto de hacer su ingreso triunfal a la plaza de armas, un policía los detiene. El efectivo policial habla con los encargados de la marcha y apenas María Paz se da cuenta se acerca  a ellos. “Señor policía nosotros tenemos permiso para caminar alrededor de la Plaza de Armas”, le dice mientras su cara se pone más roja de lo que está.

Aunque ella y todos los que asistieron a esta caminata están molestos porque no les permiten avanzar no pueden hacer nada. La ley es la ley. El policía les muestra un documento que dice que no pueden avanzar más.

Con el altavoz en mano María Paz se para de nuevo frente a todos y con el rostro aún rojizo y grita: “Gracias a todos. Hemos tenido mucho éxito, han venido muchísimas personas”.  Y continua: “Esto se ha hecho para que sepan que el Perú está en contra del aborto”.  

Como ella son muchos los jóvenes en el Perú que no quieren que el aborto se legalice en el país. Así lo confirman los cuatro grupos que se han creado en Facebook  que suman más de 23 700 miembros.

Por Omar Gonzáles

Verde y maduro

No es un golpe de suerte ni una mera casualidad, es una realidad. Antes la veían como una más del resto o sin chance de competir con las más grandes. Ahora es vista con otros ojos. Ahora, los que decían que las Olimpiadas solo se la jugaban Empresas e Ingeniería se han dado cuenta que no es así. La facultad de Comunicación de la Universidad de Piura ha demostrado, desde el año pasado, con sus barras, bailes y logros deportivos, que está para competir con cualquiera.

Comunicación fue eliminada el año pasado del torneo de Futsal varones en semifinales contra la gente de la Escuela Técnica Superior, que terminó campeón de la competición. El partido fue muy parejo y no lograron la victoria por muy poco. Pero como en todo deporte, existen revanchas. Comunicación llegó torneo de Futsal 2009 con un equipo más maduro y con la convicción de que se podía campeonar.






El torneo se dividía en dos grupos de tres equipos. A Comunicación le tocó contra Derecho e Ingeniería. Mientras que el otro grupo lo conformaban Escuela Técnica, Empresas e Historia y Gestión Cultural. Pasaban a la semifinal los equipos que ocupen los dos primeros puestos.

El primer partido de Comunicación fue contra la facultad de Derecho. Los verdes jugaron bien pero se notó que todavía no estaban en un 100% físicamente. El encuentro terminó empatado dos a dos. Quedaba jugar contra Ingeniería, que ya le había ganado siete a cero a Derecho. Los verdes jugaron su peor partido del torneo. Perdieron tres a uno pero lograron la clasificación a la siguiente ronda por mejor diferencia de goles que Derecho.

Empresas al haber quedado primero en su grupo tenía que enfrentar a Comunicación en la semifinal. El equipo dirigido por Luis Miguel Absi sabía que se iba a enfrentar a uno de los mejores equipos de esta competición, por lo que optó por jugar a la defensiva y esperar a que los empresarios cometan algún error para que sea aprovechado por sus jugadores. Además era la oportunidad para pasar a la final a la cual no pudieron llegar el año pasado. Era para los verdes la chance de demostrar que tenían equipo para lograr algo en este torneo.

La táctica del técnico de comunicación funcionó a la perfección. Le dio una paliza al equipo de Empresas. Fue un cinco a cero contundente. Los verdes se cerraron bien atrás y aprovecharon las desatenciones defensivas de los naranjas. Ese día la barra verde se jugó un partido aparte. Los comunicadores que habían llegado a la cancha eran muchos más que los hinchas que fueron apoyar a Empresas y literalmente los callaron.

Comunicación ya estaba en la final. En la otra llave, la semifinal fue entre Ingeniería y Escuela Técnica. El partido se jugó intensamente. Al termino del primer tiempo, Escuela ganaba uno a cero, pero el aliento de lo más de treinta hinchas guindas hizo reaccionar a su equipo. Ingeniería volteó el partido cuatro a uno con una muy buena actuación de su mejor jugador, Pedro Maceda.

La facultad de Comunicación no tiene la misma cantidad de alumnos de Ingeniería, tiene muchos menos, pero sí conoce de herramientas de difusión y convencimiento para movilizar tantos alumnos como los que puede llevar la facultad rival. Hablaron con los profesores para que anuncien en sus clases la hora y lugar de la final. Se realizó un sencillo anuncio que fue puesto en los murales dónde más pasan los verdes y hasta ofrecieron puntos extras en prácticas para los que vayan alentar.

La gente de Comunicación e Ingeniería llegó a la cancha veinte minutos antes de que comenzara el encuentro. Mientras terminaba el partido por el tercer puesto entre Empresas y Escuela Técnica, el jefe de barras de Comunicación repartió los papelitos que contenían las letras de las canciones que iban a cantar durante el encuentro. Mientras que la barra de Ingeniería con bombos, tarolas y saxofones ensayaban sus respectivos cánticos.






El partido fue intenso. En el primer tiempo Comunicación sacó provecho de los errores guindas y lograron ponerse en ventaja con dos goles a favor. Después de eso se dedicaron a correr y defender cualquier ataque del rival. Ingeniería mostró que su equipo estaba muy bien físicamente ya que no manifestó los síntomas que presentaban los jugadores de Comunicación. Los verdes estaban muy cansados y el segundo tiempo fue todo para los guindas. Los ingenieros inclinaron la cancha claramente a su favor y puso a los comunicadores contra su arco.

El partido no era apto para cardiacos. El portero de Comunicación salvó en más de una oportunidad las claras ocasiones de gol de los guindas y tan sólo permitió que le hagan un gol. El partido terminó y Comunicación era el campeón. Los verdes jugaron un gran campeonato y se merecieron la victoria.





Con esta actuación, Comunicación demostró, sin muchos alumnos, pero con garra, unión y esfuerzo, que ya no son la cenicienta en los campeonatos organizados por la Universidad. Definitavemente, “FCOM”, se ha ganado el respeto de todas las demás facultades.


Por Arturo León

90 minutos decisivos

Fueron noventa minutos en el que sentimientos y emociones se mezclaron. Noventa minutos para ganar o perder. El club Atlético Grau tenía la oportunidad de demostrar lo que era capaz de lograr.


El club Atlético Grau de Piura, con Nolberto Cruz como nuevo director técnico, salió rumbo a Tumbes un día antes del partido que definiría el futuro del equipo. Las críticas de la prensa y el pueblo piurano eran fuertes,  pues el equipo no realizaba buenas actuaciones. Esta vez su adversario era el Defensor San José, campeón de Tumbes.


Llegaron al hotel a las diez de la noche para concentrar y después de comer algo ligero se retiraron a sus respectivas habitaciones a descansar, se respiraba un clima de buen ánimo. Tenían claro que su objetivo era ganar o ganar. Al día siguiente se levantaron desde temprano para tomar un buen desayuno. Los nervios los comenzaban a invadir.


Ya en el ómnibus todos estaban silenciosos mientras esperaban llegar al estadio. Algunos escuchaban música, otros bromeaban entre sí tratando de disimular los nervios. Cuando llegaron al recinto lo único que se escuchaba era el rebote de las piedras contra las ventanas. Los hinchas locales eran  de temer.


Tras un buen resguardo policial, el equipo albo entró al estadio. Ya en el camerino el entrenador albo daba ánimos: “Hemos llegado hasta aquí por nuestro esfuerzo, no defraudemos al pueblo piurano, regalémosle a nuestras familias y a todos un triunfo. ¡Arriba Grau!”.


El capitán del equipo piurano, Reinaldo Rojas, estaba listo para encabezar la salida de su equipo. Antes de salir a jugar el partido decisivo, tomó el rosario y junto a todo el equipo  reza un Padre Nuestro y un Ave María.


Los equipos ingresan a la cancha. Se oyen a los hinchas tumbesinos  mentando  la madre. Ante los insultos, los futbolistas piuranos sólo sonreían.







Empieza el partido


El equipo de Nolberto Cruz sale con todo en busca del balón que intentaba controlar el equipo tumbesino. En la tribuna el griterío enorme está a favor de los locales y los hinchas piuranos apenas se escuchaban. Mientras que los vendedores de refrescos, sándwich, papas rellenas, bodoques, camisas del equipo tumbesino, gorros, etc., venden la mercancía con insistencia sin descuidar el desarrollo del partido.


Pasan los minutos y el marcador no se mueve a pesar que el equipo local genera varias opciones de gol. Especialmente con las oportunidades del delantero Víctor Moran que no acierta al colocar la pelota dentro del arco rival tras un potente cabezazo.


El arquero piurano Junior Jiménez, se estaba volviendo figura y brillando con su impecable actuación al evitar que los delanteros contrarios anotaran en su valla.







Ya cuando se acercaba el final de la primera parte, el local Johan Aleman fue expulsado tras agredir a un jugador albo. Tras la expulsión del tumbesino, las esperanzas del equipo piurano de ganar el partido renacían.


Así acabaron los primeros cuarenta y cinco minutos, con el marcador igualado a cero. Llega el descanso con un incómodo murmuro de las tribunas tras las innumerables ocasiones desaprovechadas del equipo local.


El Atlético Grau con la convicción de sacar un triunfo que le dé la clasificación a la etapa nacional de la famosa copa Perú sale nuevamente a la cancha. Para esta segunda etapa, los jugadores piuranos comenzaron a producir un buen fútbol, ya eran favoritos. Las camisetas albas de “Loverita” Nima y César Flores se movían por el frente de ataque poniendo en peligro el arco defendido por Dagner Quevedo.


Pero cuando todo apuntaba a que el equipo piurano sea el primero en anotar el primer gol, el delantero del equipo tumbesino Víctor Morán, tras buena jugada individual, generó un penal a favor del equipo local. Tras la falta cometida el defensa albo, Luis Ramírez, se fue expulsado del terreno de juego. Así, el capitán del equipo campeón de Tumbes,  “Patiño” Plaza, anotó el único gol del partido y terminó con las esperanzas del equipo albo, otra desilusión para Piura.


Por Lisbeth Seminario

Un partido muy especial

No hay un lleno total en el coliseo, los aplausos y gritos de algarabía resuenan de tanto en tanto. Los zapatos no son los más adecuados, pero es lo que menos importa. Las ruedas están puestas a punto, con un toque de aceite para que el desplazamiento sea mejor. El entrenador no tiene la necesidad de dar charlas técnicas de superación. El equipo está completo; el ánimo de los seis aguerridos luchadores está al tope. Sólo faltan cinco minutos para que el encuentro de inicio y aunque solo es una partido amistoso, pero para Koky Moscol Matias, este no será un partido más.

Once de la mañana, el lugar elegido para el encuentro es el coliseo de Chiclayito. El encuentro se pacta en tres tiempos de veinte minutos cada uno. La mayoría de los jugadores no cuenta con el entrenamiento físico ni el equipo adecuado para este partido. Solo basta una silla de ruedas bien afinada y una plataforma bien pulida para que los aguerridos deportistas den rienda suelta a sus capacidades.

Moscol Matias, jugador estrella del equipo, lleva la camiseta número 20, desde el inicio despliega al máximo sus capacidades. Bastaron solo dos minutos para que éste recorriera toda la plataforma balón en mano y convertir la primera canasta del partido. Si bien es cierto Koky Moscol ante la vista de todos no es alguien normal, pues sufrió de Poliomielitis, se las ha ingeniado para suplir esa “deficiencia” física.






Koki no solo es un buen jugador de básquet, sino que además es farmacéutico de una botica en el Asentamiento Humano Campo Polo.  De lunes a viernes es un extrovertido farmacéutico que no pierde tiempo en lanzar un certero piropo a la clienta de turno.

Transcurren los minutos y el sol quema cada vez más. Los silbidos de las llantas al frenar son cada vez más constantes. El cansancio y el sudor no mellan para nada el ánimo de Koky y el de sus compañeros. Pierden por 9 canastas a 6, pero ellos confían en revertir el resultado conforme pasa el tiempo. Minuto veinte y el árbitro culmina el primer tiempo del encuentro.

La charla técnica no se hace esperar, algunas indicación de movimientos dentro de la cancha se hacen necesarias para poder revertir el marcador. Los muchachos tienen la moral al tope y confían en ganar el partido. Koky no logra explicarse el porqué están perdiendo el partido. Las arengas no se hacen esperar de parte del público que esa mañana asistió al coliseo.

Pitazo y da comienzo al segundo tiempo. El balón lo tiene el jugador con el 20 en la espalda, sorprendiendo a propios y extraños lanza un pase que recorre todo el campo contrario  dejando en manos de un compañero  la batuta de la anotación mientras el rival quedaba atónito ante magistral y sorpresivo pase.

De sorprendente se puede considerar la actuación de Moscol en la reanudación del encuentro. Tres pases para anotación y tres canastas conseguidas en el segundo parcial. Es verdad que la defensa rival apretó mucho la marca sobre la “silla” de koKy.

Pasaban los minutos y el equipo contrario no lograba tener más de dos minutos el balón en sus manos. El ambiente se calentaba cada vez más. Los asientos de las butacas rodantes de los jugadores empiezan a molestar a los basquetbolistas. En una genial recuperada de balón Moscol arranca desde su campo para arremeter en el campo rival y conseguir la canasta número 17 que los ponía por encima de los contrarios.
Definitivo y último tiempo.
Luego de cuarenta disputados minutos suena el pitazo final del segundo parcial. El marcador queda 16 a 12. El resultado obtenido en el segundo tiempo daba pie a la no muy lejana vitoria del equipo de Koky Moscol.

Suena el pitazo y da comienzo a tercer y último tiempo. La igualdad del equipo contrario llego en los primeros diez minutos. Era la tercera vez que ambos equipos se enfrentaban, ya antes habían disputado la final de un campeonato para personas con capacidades especiales. Este partido era distinto, no solo se jugaba por el honor de los jugadores sino que además estaba en juego un almuerzo y varias gaseosas bien heladas de por medio.

Así, los muchachos  consiguieron aguantar llegando a un apretadísimo 19-17 para los encabezados por el número 20; pero el derrumbe y el verdadero golpe de gracia del partido llegó a los 19 minutos cuando el  equipo rival se vio sorprendido por  los flancos para recibir un pase cruzado desde la derecha del área  para ser interceptado por el jugador con el número 20 en la espalda y así conseguir la última y definitiva anotación con la cual se alzaron con la victoria. Suena el pitazo final y los gritos de júbilo empiezan mientras las ruedas empiezan a detenerse.

Y es que los muchachos de Campo Polo derrotaron a su rival  con un 20-18 que les hacía salir con la tranquilidad de haber ganado no solo un partido de básquet sino un suculento y contundente almuerzo que al final departirían todos los jugadores sin excepción.


Por Gabriel Granda