El inolvidable paso por Piura

El eterno  sol del que les habían hablado, por supuesto, resplandeciente y majestuoso, daba la bienvenida a Mirella y Michelle. Una pareja de esposos que ansiosa por sentir el caluroso clima de nuestra ciudad llegó hace más de una semana para recorrer los hermosos lugares turísticos de esta región.

Lo primero que llama la atención de los visitantes es que la guía turística informe que nuestra ciudad goza de  buen clima. “¿Good weather?” se preguntan risueños los extranjeros.


Ahora, Mirella, la peruana-canadiense, que vuelve a Piura tras 34 años de ausencia, es sólo una turista más que esta mañana camina por la Plaza de Armas junto a su esposo canadiense, y que los peatones miran con extrañeza. Llegan a la Municipalidad de Piura, donde esperan recibir  información para su hospedaje y los circuitos turísticos. 

“Al salir de Ottawa, Canadá, nuestro primer destino sería Piura, así que al llegar al aeropuerto salimos a sacar pasajes para venirnos”, manifiesta muy entusiasmada Mirella Salame, abrazando a su esposo, que no consigue siquiera balbucear el español. Se hospedan en un céntrico hotel tres estrellas, a una cuadra del Óvalo Grau, y, como sucede siempre que se quiere conocer y aprovechar el tiempo, no hay momento para descansar. Así, el recorrido comienza. En sus manos, unos trípticos y papeles que contienen información sobre algunos de los lugares que pueden visitar.

Mirella sostiene que puede recordar algunas cosas de esta ciudad, pero que todo está muy cambiado y modernizado. Es por eso que, por ser el primer día, decidieron quedarse solo en el centro de la ciudad, y caminar y caminar por las principales calles de Piura. Empiezan desde la Catedral transitan por la avenida Grau, que es la principal y la más antigua de la ciudad. Caminan por las primeras cuatro cuadras, zona comercial que es interrumpida por el óvalo dedicado al máximo héroe de la nación.

El amanecer del segundo día en esta soleada ciudad hace que la pareja arregle sus mochilas y salgan en busca de más lugares para visitar. Ahora, a 12km de su hospedaje, un pintoresco pueblo los esperaba, se trata de la villa heroica: Catacaos.



Habían oído tanto hablar de este lugar que encantados llegaron muy temprano a caminar por sus principales calles, esperando que todas las tiendas de la calle Comercio  abrieran sus puertas, y puedan apreciar, como suelen hacer los visitantes de distintas partes del mundo, los hermosos trabajos de artesanos que hace maravillas con la paja, el oro y la plata, codiciadas por los miles de turistas que llegan a este lugar.

Unas horas después, Mirella lucía un hermoso collar de piedras y plata y Michelle, un típico sombrero de paja. Felices, de regreso a su hotel, planearon la ruta del siguiente día, y acordaron que a primera hora partirían a las paradisíacas playas de Talara y Máncora.

 A diferencia de lo que había sucedido hasta ahora, no fue el sol sino una persistente llovizna la que les anunciaba, para sorpresa de ellos, que no sería un día para broncearse.

Sin desanimarse, buscaron, con toda la calma del mundo, el mejor lugar para quedarse. Y esta vez serian unos amigos de Toronto los que recomendarían el lugar  ideal: el conocido hotel Las Pocitas. Una vez allí, esperaron que al día siguiente el tiempo esté mejor.



Así fue, y tan bello fue el despertar que hasta se animaron a desayunar en plena arena y con el fondo del canto de las olas, las mismas que más tarde se animarían a retar.  Sólo el cansancio y el hambre logaron sacarlos del agua. En realidad hubieran querido continuar, pero deberían hacia el Sur, donde un Tour más arqueológico e histórico les esperaba en Lambayeque.

Por Maricarmen Ortega

1 comentarios:

Anónimo dijo...

hermosooooo piuraaaa

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