Con mis propinas y con lo que ganaba en campeonatos ahorré para comprar mi primera tabla. Mis padres, que me lo habían prohibido, se dieron cuenta que la tenía casi a los dos años de estar en este mundo del surf. Al comienzo obviamente se molestaron, pero al final entendieron, tanto así que contrataron a un profesor, pero para ese entonces ya era un poco tarde.
Carlos Flores toca la puerta de mi cuarto y grita: “Pedro apúrate, ya tienes 20 años y aún no te despiertas solo”. Son las cinco de la mañana, hace mucho frío y aún está un poco oscuro. El resonar de las olas del mar parece indicarnos que es hora de aprovecharlas. Los pocos rayos del sol nos alumbran cuando nos colocamos el traje.
Con nuestras tablas en mano presenciamos simplemente lo indescriptible: aquello que uno no sabe cómo llamar. Muchos segundos pasan sin darnos cuenta. Y de pronto, recordamos que nos hace falta un calentamiento. Después de diez minutos, entramos al agua y remamos hasta llegar a la última ola; hasta unos treinta metros aproximadamente.
Ha sido otra de esas experiencias excepcionales. A las ocho de la mañana, después de haber sido bañados por el mar y por los rayos del sol, regresamos y desayunamos con los demás. Luego, todos hacemos nuestras tareas.
- “Hoy los chicos vendrán dos horas antes, vayan preparando las clases”
A las diez de la mañana empiezan a llegar los niños. Vienen de todas las edades y tamaños, la mayoría de ellos viste la misma ropa de la última sesión. Niños y niñas, que suman unos cuarenta, invaden el albergue.
- “Chicos, hoy, tendrán surfing y recibirán clases de inglés y de ecología”
El sol ilumina no solo la mañana, sino también la mente de los niños. Henry, uno de los pequeños, explora su creatividad repitiendo las palabras en inglés dichas por su profesor americano Dave Aabo; Nilzer Tramontana da clases teóricas de las medidas de seguridad en el agua a Mari Carmen y a sus compañeros.
Al medio día, todos los niños aprenden cómo cuidar y mantener la playa. Finalmente, Cristian Prendergast y yo les explicamos la importancia del reciclaje al mismo tiempo que llenamos veinte sacos de basura y de desperdicios encontrados en la playa. Ya son más de cinco años que la ONG WAVES disfruta de estas deliciosas playas de Lobitos que fueron seleccionadas debido a sus olas grandes y sus carencias educativas.
Mientras los principiantes aprenden a nadar, los demás niños tienen sus clases de tabla: aprenden de su instructor Holwer Flores la importancia de ejercitarse antes de entrar al mar y cómo hacerlo de manera segura. Todos forman un círculo en la arena e inician su calentamiento muscular.
Las olas están pequeñas y es hora de que vayan a ellas. Los niños corren entusiasmados a coger sus tablas y regresan inmediatamente hacia nosotros. Carlos y yo los dividimos en dos grupos: lo más avanzados, que reman solos y para piruetas especiales piden atención personalizada; y los que recién están empezando, que tienen a su instructor en todo momento, fuera y dentro del mar.
Unos caen de sus tablas y otros llegan a la orilla con la frente en alto, pero todos gozan del medio natural. Disfrutan la tarde y no sienten el paso del tiempo.
El momento que parecía no existir, llega finalmente. A las cinco de la tarde todos los niños están agotados y ya no pueden más. Se acuestan en la arena -o en su tabla- a descansar y lo único que hacen es sonreír.
Han estado cerca de cuatro horas en el mar y Holwer les indica que las clases han terminado. Los más interesados se quedan un rato más, compiten entre sí y se comprometen a alzar la copa del surf algún día, así como Sofía M. y Stefanie Gilmore, que tanta sensación causaron cuando compartieron sus secretos con ellos.
El instructor nos recuerda que debemos almorzar y con mis compañeros nos retiramos de la playa. A ella volvemos después de una hora y las olas nuevamente son nuestras. El tiempo se pasa sin darnos cuenta y llegan las ocho de la noche. Esta vez sí es hora de irnos.
A las nueve cenamos todo el equipo de voluntariado y compartimos lo que tenemos en común: nuestra misión con los niños de Lobitos, con el deporte y con WAVES. Pero también intercambiamos nuestras culturas- de Estados Unidos, Suiza, Inglaterra, Australia y Perú-, experiencias, conocimientos y anhelos; y sobre todo, combinamos la aventura con nuestra pasión por el surf.
Por Priscila Guerra
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