Frías de ensueño

Sábado 6 de la mañana. Tomamos el primer taxi que encontramos y lo abordamos raudamente antes de que los comerciantes madrugadores lo acaparen. Una vez pactado el precio de la carrera dimos comienzo a la aventura. Pasaron algunos minutos y arribamos al terminal terrestre de Castilla; a pesar de la hora el local se encontraba abarrotado de gente. A lo lejos una  voz ronca y aguardentosa llamó nuestra atención  “Chulucanas, Chulucanas…..a tres soles el pasaje a Chulucanas”. Mis hermanos y yo apurados por las ansias apresuramos el paso y logramos ocupar tres de los 5 asientos vacios que tenía el autobús.




El trayecto a Chulucanas dura muy poco, solo sólo 45 minutos que uno ni los siente pasar. El autobús está completamente callado, debe ser por el sueño que todos necesitábamos recuperar.  Luego de recorrer 80 kilómetros arribamos a Chulucanas, la cuidad aun está dormida, no tenemos tiempo ni de desayunar puesto que el primer auto hacia Frías parte a las 7 de la mañana. Minutos después de haber dejado el autobús llegamos al monte (el monte es uno de los tantos parques de Chulucanas) como bendecidos por la providencia a penas bajamos de la moto taxi encontramos un Statio Wagon que aun tenía espacio para nosotros.


Luego de unos minutos dejamos atrás Chulucanas, las piedras y la arena no permiten que los autos y camiones viajen muy rápido. Mientras el auto se desplazaba por la carretera ondulante, mis hermanos y yo comentábamos acerca de lo que encontraríamos en Frías y sobre cómo recorreríamos los senderos de la sierra piurana y que desde niños no recorríamos.


Mientras el auto ascendía por la serpenteante carretera, evocaba la primera vez que estuve ahí, en ése pueblo maravilloso, las cabalgatas al medio día, las quebradas en la que mis hermanos y yo nos sumergíamos; ya podía sentir la fuerza del viento, canto de los chilalos, el ruido que hace el viento al chocar con las hojas de los naranjos, el chapotear de las truchas en las quebradas y sobre todo el clima renovador que da nombre ese paradisiaco lugar. Frías.


Al promediar las diez de la mañana arribamos a Frías, la cuidad estaba totalmente despierta, las usuales ferias ya contaban con algunos compradores. Frías es una ciudad en la que el visitante puede realizar varias actividades turísticas. El pueblo es famoso entre los piuranos por la Venus de Frías (el idolillo de Frías para los locales). Cuenta la leyenda que los incas enterraron gran cantidad de oro en el cerro Caingará; hoy saqueado por inescrupulosos traficantes de reliquias.





El pueblo cuenta con una plaza central, rodeada de enormes pinos, en el centro de la plaza está una pileta de agua coronada por una garza de una sola ala, pues el paso de los años le jugó una mala pasada. La plaza está rodeada por la Iglesia que exhibe una enorme campana y que de vez en cuando suena para anunciar una que otra boda. Al frente está el edificio municipal, que gracias a la gestión del anterior alcalde hoy se impone entre las casas del pueblo.


El centro de Frías solo tiene tres calles, Piura, Cusco y Arequipa. Las casas del pueblo son de un color blanco intenso; los techos de las casas son de teja hecha de una arcilla roja que expuesta al sol se ve incandescente.  


Luego de un recorrido rápido por el pueblo llegamos a uno de los tantos hospedajes que se encuentran alrededor de la plaza de armas. Decidimos hospedarnos en el “Hospedaje Juanita”, un acogedor lugar que sería nuestro refugio por dos días.


Minutos después y luego de haber tomado un ligero desayuno decidimos recorrer el campo. Por donde volteábamos la miraba el paisaje nos sorprendía más y más. A lo lejos divisamos una cadena de montaña con una inusual figura; la bella durmiente, otro atractivo turístico del pueblo  y a cual se puede llegar luego de tres horas de caminata.




Por la noche, la plaza resplandecía con una luz amarilla, las bancas que a nuestra llegada estaban vacías ahora estaban llenas de jóvenes que conversaban amenamente sobre lo ocurrido a lo largo de la semana.  La gente de este encantador pueblo son muy amables, los saludos y buenos deseos nos acompañaban por las calles.


La noche friana es espectacular, el pueblo está cubierto por un inmenso manto de estrellas, y aunque el frio penetra las gruesas casacas, el paisaje nos hace olvidar del frio y del cansancio del viaje. Luego de compartir con la gente, de intentar de coger una que otra luciérnaga que iluminan más las noches del lugar, decidimos regresar al hospedaje.


El domingo aún me reservaba sorpresas agradables. Por la mañana  pude sentir el frescor y la sugerente melodía del agua de los riachuelos y quebradas; ya por la tarde, tuve la oportunidad de visitar el cementerio local. Se podría decir que es un museo en el cual uno puede encontrar bellas  imágenes  intercaladas con textos poéticos magníficamente leídos, nos propone una inmersión en aquella Frías ancestral. Y tras este viaje a un mundo  mágico  como desconocido,  tuve que decir adiós a esta  bella ciudad, que ahora recuerdo mientras  arreglo la ropa para emprender el viaje de retorno.


Por Ronald Mego

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