Eran las diez y veinte de la mañana y en la canchita de la Universidad de Piura se disputaba el primer encuentro de fútbol femenino entre los equipos de las Facultades de Comunicación y Derecho. El partido iba por la mitad del segundo tiempo y el marcador estaba a favor del equipo de Derecho.
Las chicas de comunicación, campeonas del año pasado, lucían cansadas y agitadas. Cada pelotazo y cada jugada se convertían en una maratón: las agitadas jugadoras corrían sin parar de un lado a otro de la cancha para mantener la posesión del balón.
El cansancio de las jugadoras no solo era producto del intenso juego sino también por otra razón no menos importante: el equipo de comunicación no contaba con ningún suplente.
El entrenador del equipo, Luis Miguel Absi, se encontraba parado en el extremo derecho de la cancha mientras observaba cada movimiento de sus jugadoras y del equipo contrario. Su rostro reflejaba preocupación al saber que sólo contaba con las seis jugadoras requeridas para el partido. El tiempo avanzaba y el rendimiento de las jugadoras era cada vez menor.
En las graderías de la canchita de la Udep, sólo cuatro personas conformaban a barra de comunicación. Gritaban, saltaban, hacían todo lo que podían para levantar el ánimo a las acaecidas jugadoras, sin embargo, sus esfuerzos parecían ser en vano.
Lo ataques del equipo rojo se intensificaban: cada jugada, cada pelotazo, cada gambeta en el área chica era un gol casi cantado. El arco del equipo verde parecía haberse convertido en un tablero de tiro al blanco.
Ada Cevallos, miembro del equipo verde, sufrió una contusión en el tobillo derecho tras caer aparatosamente mientras peleaba una pelota dividida. Su lesión era notoria por las dificultades que tenía para caminar. Ada no hizo ninguna señal al entrenador del equipo para solicitar un cambio de jugador y continuó en el parido hasta el final. La razón ya era bastante clara: no había suplentes.
Patricia Atoche, delantera del equipo, le dijo “Eso no es nada” mientras revisaba la contusión durante un saque lateral del equipo de derecho. Ada calló al escuchar eso. Se levantó y, a pesar del intenso dolor, regresó a defender el área chica del equipo verde.
Al partido le faltaban cinco minutos, al parecer las campeonas sufrirían su primera derrota. Sin embargo, una jugada individual de Nelly Estella, delantera del equipo verde, dentro del área chica rival decreto el empate.
Al decretarse el empate, las jugadoras del equipo verde se dedicaron a defender su arco. “¡Revienta!, ¡Revienta!”, se gritaban entre ellas. Lo único que importaba era conservar el empate.
El tiempo corría. El equipo de Derecho, desesperado por llevarse la victoria, daba sus últimas arremetidas contra el equipo verde. “¡Tiempo!, ¡tiempo!”, gritaba el entrenador del equipo verde, Luis Miguel Absi.
A las diez y media de la mañana, el árbitro dio el pitazo final. El partido había concluido.
Las jugadoras del equipo de Comunicación salieron del terreno de juego a duras penas. Luis Miguel Absi conversó con ellas acerca del juego. Las jugadoras trataban de escucharlo, sin embargo, el cansancio no las dejaba.
Después del partido, las jugadoras del equipo de comunicación no celebraron mucho. El resultado final: uno a uno con “cero” suplentes para el equipo verde.
Por César Bocanegra
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