En la mesa de mantel rojo hay papeles apilados, lapiceros tirados y botellas de yogurt a medio tomar. El desorden revela que quienes estuvieron allí se retiraron rápido y sin ordenar el más mínimo detalle.
Esta escena se repite casi todos los días en la casa de los Pereyra Briceño, una pareja de dos viejecitos que alquilan habitaciones a universitarias desde hace nueve años en la Urbanización Angamos.
Dalinda y Jorge son los dueños de la casa que tiene chispazos de un estilo barroco mal combinado, y en la que tienen siete habitaciones que son su sustento.
La aventura del negocio de la pensión empezó en el 2000, cuando los esposos se dieron cuenta de tres cosas: primero , la alta demanda de habitaciones para universitarios en la zona; segundo, que tenían un gran espacio desperdiciado porque sus hijos ya no vivían con ellos: y tercero, que no les vendría mal una dosis extra de dinero. El proceso se inició con una inversión de 25 mil dólares para la construcción del primer, segundo y tercer piso de la parte trasera de su casa, en la que se levantarían e implementarían los cuartos.
“Nos endeudamos, porque hicimos varios préstamos “, dice don Jorge pensativo.
Luego de casi seis meses de la construcción de los tres pisos, empezó la discusión para fijar los precios de las habitaciones. Se tenía que calcular el gasto de electricidad, el de agua, y la depreciación que iban a sufrir los cuartos. Finalmente los precios se acordaron así: 200 soles para el cuarto individual con baño compartido; y 250 a 300 soles para el cuarto con baño propio.
Los primeros inquilinos de la casa fueron en principio tres hombres, que para mal recuerdo de don Jorge, tuvieron que ser invitados a irse de la casa por su estrecha amistad con el alcohol. “Ese fue el detonante para empezar con las niñitas”, vuelve a afirmar la dueña de casa.
Las rentas de los cuartos de los Pereyra Briceño registran un ingreso mensual de mil seiscientos soles, de los que cuatrocientos destinan a la luz, doscientos al agua y cuatrocientos a la limpieza de la casa, quedándose solo con seiscientos soles de ganancia neta.
Los esposos afirman que sus instalaciones no son un negocio, y no lo ven como algo lucrativo, sino como un servicio en el que brindan ayuda a otras personas, porque si sólo quisieran ganar dinero el alquiler de los cuartos aumentaría alrededor de setenta soles, por la zona en la que están ubicados.
Los Pereyra Briceño son consientes que en los últimos años enfrentan mucha competencia, pero como se diría en marketing, tienen asegurado el mercado con tarifas cómodas y un público fiel a la calidez de su hogar.
Según don Jorge, sus alquileres no resultan tan rentables como otros, porque más que dinero ellos buscan llenar el vacío del hogar, y es mejor cuando se gana unos centavos al mismo tiempo.
A pesar de que han pasado nueve años luego de la gran inversión, los esposos dicen que aún no han recuperado su dinero pero lo que sí han obtenido a montón es el cariño y la gratitud de sus niñas.
La sazón como negocio
Mientras los Pereyra Briceño siguen con el alquiler de sus cuartos, “los Smith”, como popularmente se les conoce a Sonia y Jorge Smith, abren las puertas de su comedor para mostrar la llave de su éxito: la comida.
Sonia Vignolo y Jorge Smith son esposos y dan pensión alimenticia desde hace doce años. Dentro de la demanda estudiantil udepina, son los más solicitados. Su casa está ubicada en la avenida Country, Urbanización Angamos, y en su comedor se refleja su popularidad: doce mesas distribuidas a lo largo de la sala y el comedor llenas de comensales que esperan ser atendidos. Generalmente las seis mujeres encargadas de cocinar y servir no se abastecen con tanta gente. Rosita, una de ellas, ve cómo las mesas se van poblando cual panal de abejas.
Los Smith Vignolo atienden aproximadamente a 20 personas en el desayuno, 100 en el almuerzo y 50 en la cena, entre comensales fijos y esporádicos. Las tarifas de las comidas son tres, siete y cinco soles respectivamente ; es decir quince soles diarios, lo que haría un total semanal de noventa soles (sin incluir los días domingos), que a su vez son 360 soles mensuales por persona.
Tanto los Pereyra como los Smith han aprendido que el éxito de sus negocios no está en cuán económico ni en cuán caro este un servicio, sino en el cómo se trate a las personas. Los gestos, los detalles y las sonrisas son los que los hacen crecer.
Lo económico está en ahorrarse los malestares y lo caro en ofrecer una sonrisa radiante.
Por Alicia Urbina
2 comentarios:
Alicia me gusta tu texto empezando por el titulo creo que es bastante llamativo. La escena que muestras en el primer pàrrafo es como si estuviera viendola, aunque eso de Casa de muñecas en realidad no lo entiendo.
Gracias Claudia.
El título del reportaje es porque en la pensión que describo al principio viven únicamente mujeres.
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