Los reyes de la unidad

Ningún equipo ha logrado sus marcas. Todos ansiaban jugar contra ellos para poder jactarse, en el futuro, de haber jugado contra el mejor. Todo equipo que se le enfrentara era derrotado de forma abultada. Eran los dioses de aquella época.

Nadie los superó durante cuatro años consecutivos. Fueron los campeones entre los campeones y ahora solo les queda el recuerdo de aquellas tardes de gloria que vivieron hace más de 20 años, desde 1983 hasta 1986.

El equipo de básquet de la Unidad Vecinal fue fundado el 14 de noviembre de 1970 por seis amigos que vivían en el bloque vecinal. Solo transcurrieron cuatro años para que pasaran de la tercera división hasta la categoría superior y se mantuvieran por nueve años entre los mejores clubes de Piura. Eso hasta el año de 1983, en que pasaron de estar entre los mejores a ser el mejor equipo de básquet de Piura.

El equipo estaba conformado por Jaime Delema, Pedro Atarama, Luis Fernández, José Córdova y Miguel Montero. Cinco pilares que se formaron entre los bloques de cemento de la Unidad Vecinal, y que se hicieron mejores amigos desde muy pequeños, driblando y encestando aquella pelota de cuero que sustrajeron del coliseo Ricardo Lucio Espinoza en una noche de palomillada.

El entrenador de aquel equipo fue el maestro Hunter “fue como un padre para todos nosotros. Era muy bonachón, de ojos verdes y locuaz, pero a la vez muy exigente. Nadie nunca le reclamó su forma de entrenar. Los resultados lo avalaban” nos cuenta Miguel Montero.

Cada vez que jugaba la el equipo de la Unidad Vecina en el coliseo Jerónimo Seminario y Jaime, todo se convertía en una fiesta en aquel recinto. Pancartas coloridas, kilos de papel picado, banderas, globos. Había un ambiente de carnaval en todas las canchas en las que el equipo se presentaba. Niños, niñas, jóvenes, padres de familia, abuelitos, todos abarrotaban cualquier instalación para ver al equipo de la Unidad cuenta Hernán Carrasco, fundador del equipo de la Unidad Vecinal.

“No perdíamos casi nunca. En Piura no teníamos competencia” , nos dice Samuel, hincha del equipo que nunca se perdió un juego. “La mejor forma que teníamos los vecinos de alegrar nuestros días, era ir a ver al equipo los lunes, miércoles y viernes, ya que siempre nos regalaban una victoria.”

Lograr todo lo que lograron no fue una tarea fácil para los integrantes del equipo, ya que no solo se dedicaban a jugar básquet de manera extraordinaria, sino que tenían que lidiar entre los juegos y los estudios, o entre los entrenamientos y el trabajo.

Para el profesor Hunter no había excusa que valiera. “Si no llegabas a tiempo a los entrenamientos o, en el pero de los casos, no llegabas a los entrenamientos, no jugabas el fin de semana, y eso era una catástrofe para cualquiera de nosotros, ya que la competencia era tal que cualquier suplente podía reemplazarnos por el resto de la temporada” , nos cuenta Luis Fernández.

Nadie, hasta el día e hoy, ha logrado lo que aquel equipo logró de manera tan excepcional. No se ha llegado a ver nuevamente un conjunto que deslumbre cómo lo hizo aquel glorioso equipo de la Unidad Vecinal a mediados de los años 80.

Son considerados hijos de la Unidad. Las personas que llegaron a verlos jugar intentan contarles la historia de ese equipo a sus hijos, sobrinos o nietos para que la historia perdure generación tras generación hasta que llegue el día en que la gloria aterrice nuevamente por la Unidad Vecinal y la historia pueda volver a ser escrita con nuevos personajes.

Todos los catorce de noviembre se juntan en la nueva plataforma de la Unidad Vecinal aquellas glorias de los años 80, para celebrar un aniversario más del equipo al que tanto quieren, al que tanto dieron y que esperan pueda retornar al lugar del que nunca debió salir. La gloria.

Por Luis Absi

1 comentarios:

Priscila Guerra L. dijo...

Buen final.

Con la intriga en los dos primeros párrafos logras que continúe leyendo.
La lectura de tu texto es muy fluida por tus párrafos pequeños, bien!

Faltó una buena imagen de complemento.

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