Felipe La Madrid tiene 63 años, nueve de ellos dedicados al negocio de las fotocopiadoras. Su puesto queda ubicado al frente del grifo “Mega” y se inició en este negocio al percatarse de la gran cantidad de universitarios que recorrían las Avenidas Country y Ramón Múgica. Al inicio, don Felipe ganaba de doscientos a cuatrocientos soles mensuales en el negocio, incluidos gastos de alquiler, sin embargo, como pasa en todo mercado, con el tiempo la competencia empezó a surgir: nuevos puestos de fotocopiadoras empezaron a abrir sus puertas cerca del suyo por lo que sus ganancias empezaron a disminuir.
En la actualidad, don Felipe gana en el negocio de fotocopiadoras un promedio de ciento treinta a doscientos soles mensuales incluidos gastos de alquiler, la mitad de lo que ganaba al iniciarse en el negocio. “Ahora ya no se gana mucho, hay mucha competencia”, afirma don Felipe.
Don Felipe cobra cinco céntimos por una fotocopia simple y siete céntimos por una fotocopia en ambas caras de una hoja, precios que mantiene desde los inicios de su negocio. Don Felipe ya se ha ganado el afecto de algunos estudiantes quienes lo han bautizado con el apodo de “el tío tortuga” debido a la lentitud con la que saca las fotocopias. “A veces los muchachos me atolondran mucho, pero cuando viene mi mujer ha ayudarme estoy mas tranquilo” sostiene don Felipe con una sonrisa en el rostro. El puesto de “el tío tortuga” abre todos los días incluidos los domingos y feriados.
Al lado del puesto de Don Felipe se encuentra la fotocopiadora “Piscis”, propiedad de la señora Margoni Pérez Vargas quién ya lleva doce años en el negocio de fotocopiadoras. En el año 2004, la señora Margoni optó por abrir un puesto en la avenida Ramón Múgica al percatarse, al igual que Don Felipe, de la gran cantidad de universitarios que transitaban sus calles. En esa época, la señora Margoni ya contaba con un local en la calle Ayacucho con el que ya llevaba siete años de experiencia.
Al comienzo, el negocio iba muy bien: la señora Margoni ganaba alrededor de cuatrocientos soles mensuales incluidos los gastos de alquiler. En aquel entonces, la señora Margoni contaba con tres empleados más, entre ellos su sobrina, para poder abastecer la demanda de fotocopias. Su único rival en el negocio era Don Felipe La Madrid, sin embargo, con el tiempo la competencia aumentaba cada vez más por lo que las ganancias comenzaron a reducirse.
Actualmente, la fotocopiadora “Piscis” obtiene unas ganancias de ciento veintes soles mensuales. La señora Margoni atiende en el local de la calle Ayacucho mientras que su sobrina se encarga de atender en el local de la avenida Ramón Múgica. La fotocopiadora “Piscis” abre de lunes a sábado de 7:30 a.m. a 1:30 p.m. en las mañanas y por las tardes de 3:30 a 9:00 p.m.
Al costado de la fotocopiadora “Piscis”, encontramos la fotocopiadora “Speedy” de Antonio La Madrid Purizaca, hijo de Don Felipe La Madrid. Antonio lleva tres meses en el negocio y trabajó 6 años en la fotocopiadora de su padre. Antonio mantiene la misma tarifa que el negocio de su padre: cinco céntimos por una fotocopia simple y siete céntimos por una fotocopia en ambas caras. En sus ratos libres, suele conversar con su padre acerca del negocio que él considera como “familiar”. Las ganancias del puesto de Antonio son alrededor de 130 soles y, gracias a su padre, ya se ha hecho conocido por los universitarios. La fotocopiadora “Speedy” abre todos los días incluidos domingos y feriados.
En la avenida Country, frente al puesto de la florería “Rosatel”, se ubica el centro de fotocopiado “Silvia”. “Silvia” comenzó a funcionar hace 5 años y debe su nombre a Silvia Gómez, su dueña. El negocio de Silvia Gómez cuenta con tres maquinas fotocopiadoras y es uno de los más solicitados por los universitarios de la Universidad de Piura. La razón es sencilla: a este centro de fotocopiado llegan, cada semana, separatas de lectura obligatoria de todas las facultades de la UDEP.
Al inicio del negocio, “Silvia” registraba unas ganancias de cuatrocientos a quinientos soles mensuales debido, principalmente, a que los alumnos universitarios sacaban libros enteros cuyo costo alcanzaba los treinta soles. Sin embargo, al pasar el tiempo, las ganancias empezaron a bajar. El problema no era la competencia si no la situación económica de los alumnos: los estudiantes ya no compraban los libros enteros, ahora, los compraban por partes.
4 comentarios:
César tu texto pudo tener un final mejor. Me parece muy simple. No sé, quizá hacer una recuento de los tres casos que has tocado, de lo que tienen en común y concluir así algo...
Por otro lado, la realidad de la que hablas es muy cercana a nosotros, los estudiantes universitarios. Buen tema!
PD: En el cuarto párrafo, es "cuando viene mi mujer ha ayudarme?" o a ayudarme?
Estoy de acuerdo con Priscila, pero me parece que hay que rescatar que hay una buena descripción y cierto humor en la parte del "tío tortuga". Todos lo conocemos y sabemos que en verdad "se atolondra". Creo que también hubieras podido "construir" los otros personajes de la misma manera y no centrarte solo en el aspecto económico.
Buen tema...pero como la Silvia no hay 2 (o Casilda, su fiel trabajadora de años, desde que estaba en el C.C. El Algarrobo)
El texto rescata un quehacer cotidiano de la viada universitaria, y un negocio que convive con los estudiantes: la fotocopias. Buen tema
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